Sense8 (T1)

Tras el descalabro que provocaron en Jupiter Ascending, los Wachowski (junto a J. Michael Straczynski – El atlas de las nubes-) lo han vuelto a hacer: han llegado a mi corazón y lo han dejado hecho añicos. Sense8 es una de esas series de “love it or hate it”: o bien uno se deja arrastrar por su torrente emocional, o se verá azotado por intermitentes muestras de inverosimilitud. Ocho personajes alrededor del globo comparten una desagradable visión y, a partir de ese momento, quedan irremediablemente conectados, capaces de sentir y experimentar a través de los demás. Aunque la primera temporada versa sobre el proceso de descubrimiento de sus recién adquiridas habilidades, en seguida advierten que alguien va tras ellos. Con ello, sus melodramáticas vidas personales (a cada cual más dura) quedan entrelazadas con una trama de intriga que les acerca a la narrativa de superhéroes (en su persecución veo, por ejemplo, a los X-Men). Sin embargo, la filosofía que se esconde detrás de Sense8 es de naturaleza mucho más compleja, entendiendo a la humanidad como un solo ente orgánico preparado para dar el siguiente paso en la escala de la evolución.

La serie de Netflix es, ante todo, una gran experiencia sensorial. Es visualmente impecable (e implacable), y su banda sonora apunta directamente al alma. La razón de que consiga ponernos los pelos como escarpias es también el intenso vínculo que establecemos con sus personajes. Pocas series hacen tan difícil decantarse por uno solo, pues todos son adorables a su manera. Hay que aproximarse a Sense8 con la mente bien abierta, pues oscilaremos con sus protagonistas de la risa más floja al llanto más desconsolado. Mención aparte merece el actor patrio Miguel Ángel Silvestre (por quien no habría dado un duro), pues el papel de Lito le viene como un guante. Él y Nomi (Jamie Clayton) trasmiten, además, uno de los mensajes clave de los Wachowski: la sexualidad no tiene más límites que aquellos que le queramos imponer. Ella, como la misma Lana, es transexual y lesbiana. Él, por su parte, acoge a su colega Daniela en el seno de su pareja homosexual. Si yo conviviera con dos cuerpos serranos como esos, también estaría todo el día tocándome. He dicho. Además, la vis cómica de este peculiar trío no tiene parangón.

Cierto es que el amor (sobre todo entre personas del mismo sexo) está idealizado pero, en la edad del cinismo y el desencanto, respiro aliviada al contemplar un concepto tan refrescante. Todo en Sense8 es desbordante y extremo, incluidos los estereotipos raciales sobre los que se asientan sus personajes. Por eso es conveniente suspender la credibilidad y entrar de lleno en su historia, donde las coreanas patean culos y los kenianos son felices a pesar de la falta de recursos. Y es que la serie no solo quita el aliento por la belleza de sus escenas, sino también por la brutalidad de la violencia y la acción. Así pues, es recomendable tanto para románticos empedernidos como para quien busque un buen entretenimiento. Es una lástima que, tras tentar a la suerte con un producto tan refinado, los Wachowski no hayan acabado de pulir el aspecto de los idiomas. El uso del inglés como lengua vehicular resulta ligeramente ofensivo para con un público entregado, seguramente predispuesto a leer subtítulos en pro de la verosimilitud.

Valoración: ***/

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena) **** (muy buena) / (media estrella)