Spotlight

El Periodismo está de enhorabuena. Redactores, directores y gerentes de la prensa escrita pueden sacar pecho y sentirse orgullosos de su profesión, aunque solo sea por un tiempo (ya sabemos lo ingrato que es este trabajo), gracias a Spotlight. El nombre que da título al film corresponde al del equipo de investigación del Boston Globe que, por el empecinamiento del nuevo director del rotativo, Marty Baron (Liev Schreiber), destapó en 2002 una trama sistémica de pederastia en la Iglesia Católica perpetrada durante décadas por curas de Massachussets. Minuciosa y excepcional labor que valió, un año más tarde, el Premio Pulitzer al servicio público para el medio y los reporteros que lo descubrieron. Así pues, por un lado disponemos de una suculenta historia real como base. Por otro, la predisposición de Hollywood a enaltecer la labor social de un colectivo profesional, en este caso los periodistas. Un reparto competente y experimentado: Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, John Slattery y Stanley Tucci. Y por último, un conductor, Tom McCarthy, que se centra en el género que mejor maneja: el drama. Consecuentemente, el resultado de todo ello sólo puede ser satisfactorio, y como muestra, un botón: seis nominaciones a los Oscar.

El film desgrana poco a poco la crudeza de los hechos siguiendo el procedimiento habitual de una investigación real. Reporteros y espectador van tomando conciencia de la magnitud de la tragedia al unísono, a medida que van apareciendo nuevos y reveladores datos. Sin artificio ninguno, al estilo de un clásico documental, nos sumimos de lleno en la indagación como si formásemos parte del equipo. De ahí, la verosimilitud del trabajo de los investigadores pero, al mismo tiempo, también el tedio en determinadas fases. A pesar de que Mike Rezendes (Ruffalo interpretando a un veinteañero) nos contagie su entusiasmo por la labor que están llevando a cabo y la posibilidad de hacer público semejante escándalo, Spotlight depende casi en su totalidad de lo sucedido y de los relatos de las víctimas. A través de sus testimonios la desgracia cala en nuestra mente y da pie a los cuestionamientos éticos sobre la Iglesia y su labor. Además, revela el poder fáctico de una institución religiosa, a todos los niveles, en la comunidad estadounidense y las formas en que ejerce de lobby. En definitiva, consigue inquietar al público con el mensaje de que cualquiera hubiese podido ser objeto de abusos sexuales.

Solamente hay que encender ese electrodoméstico que custodia el salón da casa para oír hablar de guerra, corrupción, estafa, abusos, crímenes y demás. Delitos cuyos autores, como en el caso de Sptolight, quieren que sean ignorados por la ciudadanía en pro del “bien común”. Otra de sus máximas es el cuento de que las manzanas podridas se pueden cambiar del cesto sin más. Pero lo que es evidente, aunque las propias organizaciones lo ignoren, es que lo corrompido es la cesta y, en consecuencia, todo lo que alberga. Después del duro golpe asestado a los derechos y libertades individuales por las medidas de seguridad post 11-S, la existencia de grupos de investigación independientes son más indispensables que nunca. Esto supone que su actividad también será más ardua que hasta entonces, pues cualquier información o fuente rebatible puede ser el pretexto para acabar entre rejas, en procesos judiciales interminables o en el exilio. Aunque la visión hollywodiense del Cuarto poder es que su vigorosidad todavía le permite plantar cara a las altas esferas, pocas cosas me producirían más satisfacción que el constatarlo de nuevo en unos años.

Valoración: ***

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena)**** (muy buena) / (media estrella)