The Good Wife (T6)

The Good Wife no vive su momento más plácido. El año pasado los King se ganaron, al fin, el favor unánime de la crítica, el cual, en última instancia, confirió a la serie el halo de respetabilidad que andaba buscando de cara al espectador más reacio. Lo hicieron a base de vuelcos inesperados del guión y un ritmo sostenido a lo largo de veintidós episodios. Pero, sobre todo, fue airear los trapos sucios de la NSA desde el punto de vista más sarcástico e hilarante lo que le permitió adelantar con ventaja a las ficciones competidoras del momento. El inconveniente de conquistar la cima es que el camino de vuelta sólo puede ser cuesta abajo. De esta manera, la sexta temporada empieza a piñón fijo para irse desinflando superado el primer tramo. La fiscalía del Estado (dirigida por el detestable Castro) va tras Bishop pero, al no encontrar ninguna fisura en sus negocios, decide cebarse en sus abogados. Claro que no es fácil determinar si fue antes el huevo o la gallina, pues puede que el magnate sea el señuelo en una campaña de desprestigio contra Alicia. Aunque constantemente presionada por Eli, ella sigue desdeñando la posibilidad de presentarse al cargo que ocupa Castro, mientras su bufete negocia la incorporación de Diane como socia.

Prescindir de Josh Charles a mitad de la temporada pasada fue una decisión atrevida (no les quedaba otra, pues el actor quería abandonar la serie) pero, “in my opinion”, The Good Wife no se puede permitir la diáspora que está padeciendo. A final de esta estación se despiden Kalinda (quien no ha conseguido repuntar su popularidad) y, por lo visto, también Finn Polmar. Debido a estas renuncias, algunos personajes han sido aupados de recurrentes a regulares. Así pues, Bishop encabeza la trama más anodina de esta etapa, mientras que Canning es demasiado cargante y superficial para situarlo en la línea de fuego. The Good Wife parece estar agonizando, pues da más vueltas que una peonza para terminar en punto muerto (Do we partner?). Además, la adquisición de las oficinas de Lockart&Gardner por parte de Florrick&Agos presagiaba un retorno a los orígenes rápidamente disipado. Las alusiones a los viejos tiempos quedan en insignificantes recompensas a la lealtad del fan acérrimo.

En cuanto a los personajes invitados, a quienes no les vendría mal una criba, agradecemos el regreso de una disparatada Tascioni y la incorporación del convencidísimo republicano R.D. (Oliver Platt) y del infatigable adversario por la Fiscalía, Frank Prady. Después de una reñida campaña y un inesperado desenlace, ambos candidatos descubren que son títeres en manos de sus respectivos partidos. Esa bofetada en toda la jeta es tan propia de The Good Wife como el hecho de ser pionera en cuestiones de actualidad. Sin embargo, este año pocos casos escapan al refrito, exceptuando la crítica a la burocracia intrusiva, los abusos policiales a la comunidad afroamericana y las violaciones en las universidades casi como deporte nacional. Los tribunales que no se atañen a la ley, las filtraciones, la coacción hacker y el pirateo, por el contrario, son el pan de cada día de los Florrick, siempre en el punto de mira de la prensa amarillista y otros oportunistas.

Valoración: **/

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena) **** (muy buena) / (media estrella)