Sons of Anarchy (T7)

Crónica de una muerte anunciada

El cartel promocional de la séptima y última temporada de Sons of Anarchy, en el que la figura de Jax se fusiona con la de una calavera, no dejaba lugar a dudas: Teller es el heraldo de la muerte, sino la parca misma bajo la apariencia de un atractivo bandido de carretera. No podía ser de otra manera, pues su cometido durante estos trece capítulos no es otro que el de consumar su disparatada e indiscriminada venganza por el asesinato de su esposa. Empezando por los chinos, a quien su santísima madre (sic) señala con dedo acusador y ofrece como chivo expiatorio. La oleada de crímenes que se suceden lleva al club a dinamitar todas aquellas relaciones que tardaron años en construir y a poner en peligro a colaboradores y propios. En el fondo de todo ello, Gemma orquestando el espectáculo y revelando que Sons of Anarchy no deja de ser un drama familiar y personal, cuyos personajes no logran escapar a su destino pese a numerosos intentos. “That’s who we are, sweetheart”.

Aunque no hay nada nuevo bajo el sol, Sutter articula su cuenta atrás con sumo cuidado y quema sus últimos cartuchos en el descenso a los infiernos de su protagonista. Así, se sirve de algunos recursos casi inéditos en la serie, como puede ser la simbología. Las impolutas deportivas de Jax manchadas de sangre son el signo de su pureza mancillada, la prueba de que no hay vuelta atrás. Sutter también alude a la religión en un último episodio largo y un poco moñas en el que, sin embargo, se ocupa de atar todos los cabos sueltos. La óptica que adopta la dirección en algunas persecuciones también es audaz y efectiva. En cuanto a la violencia gráfica estamos totalmente curados de espanto, y eso que esta vez salpica a más inocentes que nunca. Si Unser (corrupto pero dueño de un corazón de oro) no se entera de la misa la mitad, Nero y Wendy (totalmente rehabilitados y listos para dejar atrás la brutalidad) no dan pie con bola. Ninguno de los tres debería haber dado cancha jamás a maleantes de tal calaña, pero eso también forma parte de la inevitabilidad de sus respectivos caminos. Como a Jax, la verdad les va a estallar en las narices.

Juice, por su lado, sigue siendo un lastre a quien le tienen que solucionar la papeleta una yonqui y un viejo a quien le quedan dos suspiros. Sin embargo, Sutter encuentra la manera de integrarlo en el argumento en un rol determinante y darle un final digno pues, de golpe y porrazo, obra con la seguridad de los que saben que van a morir. Este tipo de paz interior es la que destilan la mayoría de personajes en la recta final y la que propicia los actos aguerridos de aquellos que no tienen nada que perder. Pese a la sangre fría con la que matan, en esta temporada la camaradería es más fuerte que nunca. Los chicos de SAMCRO seguirían a su líder a la tumba y raramente cuestionan su improvisación. La excepción a la regla es Chibs, grandísimo personaje al que los guionistas deberían haber sacado provecho mucho antes. Y es que Sutter no siempre se ha sabido manejar en este entorno de polis y cacos, de polvo sobrevolando el ardiente asfalto de California. No obstante, acompañar a estos salvajes forajidos en su larga travesía ha hecho que envidiemos la libertad de aquellos que, con una chupa y una moto, imparten su propia ley.

Valoración: ***

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena) **** (muy buena) / (media estrella)