Mr. Robot (T1)

Bienvenidos a la hipermodernidad

Únicamente viéndole el rostro a Elliot (Rami Malek), el protagonista, intuyes que al personaje le aqueja alguna turbación. A los pocos minutos, descubres que le cuesta relacionarse socialmente (tiene dificultades hasta para mantener una conversación informal con su amiga de toda la vida) y, además, es un genio informático. En ese instante ya tienes la mosca detrás de la oreja, y no se te ocurre nada mejor que abalanzarte sobre la ficha de Mr. Robot en IMDb y descubrir que la serie fue presentada en los festivales de SXSW y Tribeca. Es entonces cuando comprendes que lo que estabas viendo tiene pleno sentido y que te encuentras ante un producto, cuanto menos, poco convencional. Varios episodios después, reafirmas la idea de que es diferente por las formas: la estética cibernética y ochentera, la música electrónica (propia de un videojuego de los de antaño), la tipografía retro de los títulos de crédito, los encuadres donde los personajes se sitúan en una de las esquinas inferiores, o la narración discontinua de los acontecimientos. Y también, aunque no tanto, por el contenido: Elliot, junto a un grupo de ciberpiratas, pretende hackear la multinacional más poderosa del mundo con la intención de derrotarla y, al mismo tiempo, liberar a la ciudadanía del yugo económico de Evil Corp.

La propuesta de Sam Esmail, creador y productor de la serie, llega al extremismo en los caminos que ha marcado la reciente edad dorada de la televisión: sexualidad, drogas y locura. A parte de asistir con Elliot a la consulta psiquiátrica y ver que sin sus pastillas los días se le hacen cuesta arriba, o que el sexo es una cuestión irrelevante y puramente hedonista (da igual el momento y con quién se practique); Mr. Robot cuestiona todo lo que nos rodea. La voz en off del técnico de seguridad interpela al espectador lanzándole preguntas y reflexiones en las que pone en duda hasta el más común de los convencionalismos. Vivimos en una sociedad en crisis (cultural, económica y de valores) y la obra también lo radicaliza. Todo se reduce a ruinas y no queda nada a lo que aferrarse. La conclusión se desprende del frío relato que hace de la realidad sociopolítica en la que vive el ciudadano occidental. Todo ello, enmarcado en la cruzada de Fsociety contra la conspiración de un pequeño grupo de mandamases que pretenden perpetuar su dominio del mundo. Dicha batalla se libra en el terreno virtual, poniendo en relieve los riesgos que conlleva. Actualmente un hacker con las habilidades de Elliot es mucho más peligroso que un tipo armado. Si se tratase de una narrativa de superhéroes, su poder sería el de acceder a los datos de cualquiera y manipularlos a su antojo.

En la puesta en escena de la revolución orquestada por Mr. Robot (Christian Slater), es difícil reprimir la idea de que ésta es una combinación de la distopía V de Vendetta (James McTeigue, 2005), una acción del grupo hacktivista Anonymous y una manifestación de Occupy Wall Street en pleno centro de Nueva York. Desde Perdidos, ninguna serie había suscitado tantas expectativas al público, aunque Mr. Robot tiene claro su referente. Seguirlo hasta el final con demasiada rigurosidad le hará perder por completo el factor sorpresa. Por este motivo, Esmail y su equipo deben conseguir desmarcarse del planteamiento inicial y despejar incógnitas, como la del personaje de Tyrrell (y toda su trama), de cara a la segunda temporada.

Valoración: ****

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena) **** (muy buena) / (media estrella)