Marta Romero: “Sí que me pregunto si en la última etapa de mi vida querré que alguien me cuide así”

Entrevista a la directora de la película documental ‘Toda una vida’

Marta Romero debuta en el largometraje con esta historia de un «amor para toda la vida» tras el éxito de su cortometraje Facunda (2020).

En Toda una vida, que tuvo su estreno mundial en el D’A Film Festival, Marta sigue durante más de una década la relación de sus abuelos, tratando de capturar con su cámara la memoria que la enfermedad quiere arrebatarle a su abuela. Desde el sofá – Cine y TV ha tenido la posibilidad de conversar con la directora sobre todo el proceso que envuelve este documental: una obra íntima y conmovedora sobre una historia de amor «de película», nunca mejor dicho.

Estuviste más de una década grabando, ¿cómo empezó todo?

Yo arranqué este proyecto en 2010, con 21 años (ahora tengo 35); o sea que yo también he estado «toda una vida» para hacer la película.

Empiezo muy jovencita, era estudiante de Comunicación Audiovisual aquí en Barcelona y empecé a grabar, un poco de forma inconsciente, a raíz de que a mi abuela le diagnosticaron Alzheimer. Y empecé grabándola solo a ella, no tanto la relación de mis abuelos. Digamos que, a mi abuelo, lo descubro como personaje, una vez mi abuela ya es una persona totalmente dependiente. Descubro los cuidados y la voluntad de quererla, esa capacidad de amar que me fascina.

¿Cómo es ver el avance y el progreso técnico a lo largo de tantos años en los que tú sigues formándote y desarrollándote, reflejado en el material?

Si te soy sincera, en el primer visionado (estuvimos dos meses y medio tan solo visionando, porque teníamos más de 200 horas de metraje) sentía un poco de rechazo a las grabaciones de los primeros años; pero luego, cuando en la sala de montaje relees todas esas imágenes, me he dado cuenta de que son las que tienen incluso más valor.

Tenía 21 años, sabía grabar lo que sabía grabar, incluso a nivel de intenciones las cosas no estaban claras. Obviamente, a medida que pasan los años vas aprendiendo cada día más en este oficio; pero creo que no hay que tener rechazo a ese material pasado que es imperfecto, que es casero.

Luego te das cuenta (depende del proyecto, obviamente) de que ese material tiene mucho valor: es donde tengo, por ejemplo, a mi abuela hablando, o situaciones familiares muy cotidianas en las que yo dejaba la cámara grabando y participaba en una comida familiar, etc.

¿Cómo decidisteis cuándo terminabais de grabar?

Fue un poco internamente. Pensaba para mis adentros: «dejaré de grabar, quizás, cuando se muera». Luego, cuando entró Distinto Films al proyecto (creo que fue en 2020, antes de la pandemia), me dijeron que estaban interesados, pero que no querían tirarse otros 5 años para terminar, porque ya llevábamos un montón y a partir de lo que existía se podía crear una narrativa. Aun así, estuvimos dos años más, ya que estalló entre medias la pandemia y decidí incluirla también en la película.

Es cierto que se paró cuando ella murió, más o menos. Después de su muerte, mi abuelo decidió hacer unos álbumes de fotos sobre ella, y decidimos incluir eso también; pero fueron unos rodajes muy concretos y muy pequeños en los que estábamos él y yo solos.

¿Cómo llega Distinto Films a incorporarse al proyecto?

Me presenté a un Laboratorio de Dones Visuals en Barcelona, que te asesoran y te ayudan a desarrollar el guion. Tenía como una especie de tratamiento previo, iba viendo algunas imágenes yo sola y me iba presentando a laboratorios. Allí conozco a la story editor, Ana Sanz-Magallón, que es la persona que me vincula con Miriam Porté, de Distinto Films.

En ese sentido, pese a que estuve muchos años grabando yo sola, me siento afortunada, puesto que no me encontré en la situación de tener que ir a llamar a productoras e ir presentando el dosier muchas veces.

¿Cómo fue introducir a un equipo profesional en ese ambiente tan íntimo?

Siempre fuimos un equipo muy pequeño, de cuatro o cinco personas, y siempre fueron personas de mi círculo, que mi familia ya conocía. Siempre se hizo todo de una forma muy familiar, el equipo era como familia también, así que no les extrañó tanto.

Has trabajado mucho grabando en el mundo de la danza, ¿cómo ha sido tu experiencia?

Es que mi primer encargo fue un encargo de danza, y a partir de ahí he trabajado mucho con cuerpos en movimiento, cine-danza, cobertura de espectáculos… Sobre todo, empecé en danza contemporánea y luego he trabajado mucho con el mundo del flamenco.

Es algo que descubrí, porque no es que yo sepa bailar ni tenga nociones de danza propiamente dichas, pero que me apasiona en realidad. Me interesan mucho los cuerpos en movimiento y todo lo que expresan. Casi que me gusta más que la palabra.

¿Con qué desventajas te has encontrado en un rodaje tan íntimo y un proyecto tan cercano?

Tiene algunas desventajas, sí. Aun así, mi familia siempre me lo ha puesto todo muy fácil. Pero ellos te ven como una nieta, como una hija, como una sobrina; y de golpe, tenerlos que dirigir es complicado.

Sin embargo, para este tipo de secuencias que puedan estar un poco puestas en escena (no son muchas, están contadas) conté con la ayuda de Luz Ruciello, que es una ayudante de dirección y directora; y en esos casos, era ella quien se dirigía a mi familia.

Te he escuchado decir en alguna entrevista que «el documental siempre está vivo» y que cambia la historia. ¿Qué opinas sobre el debate en torno a la objetividad y la línea entre documental y ficción?

Es compleja la pregunta, en mi opinión sí que hay un código. A mí no me gusta, por ejemplo, que me tomen el pelo: si existe un vínculo en una película, pues que ese vínculo sea real. De ahí a que tú puedas poner en escena secuencias porque sean necesarias para la narrativa de la película… Bueno, yo eso lo he hecho: yo a mi abuelo le he dicho «venga yayo vamos a caminar» o «te voy a grabar ahora mientras te duchas». También porque, en el caso de esta película, el guion, la grabación y el montaje se han hecho en paralelo, porque se decidió que tuviese una estructura de narrtiva clásica, con sus tres actos, etc.

Si que es cierto que la mayoría de la película es cámara observacional y a ver que pasa; pero hay secuencias que tienen una puesta en escena de situaciones que han pasado en las que yo no estaba. Por ejemplo, mi abuelo yendo al geriátrico. Quizá ese día no estaba yo en Benicarló, pero pasó. No hay nada que no haya pasado. Al final toda mirada es subjetiva. Es una nieta grabando a sus abuelos. Tal vez otra persona pondría el foco en otra cosa de la relación; yo la he puesto en el amor, en esos cuidados.

Las líneas entre el documental y la ficción siempre son muy finas, y más ahora que el debate en esos límites está súper candente. Es súper complejo.

Dices que te gustaría que la gente pudiera identificarse y ver reflejadas sus propias relaciones, ¿recuerdas alguna anécdota de respuesta del público que te haya marcado especialmente?

La verdad es que todos los pases son súper enriquecedores, sobre todo cuando hay coloquio después. Todo se queda muy en silencio cuando se acaba la película y luego la gente se abre un montón y cuenta sus experiencias.

Recuerdo, por ejemplo, en el DocsValencia, que estuvimos hablando bastante acerca del amor, de qué es querer, cómo queremos que nos quieran… Me enriquecen mogollón los conversatorios pospeli.

¿Y con qué reflexión sobre el amor te quedas tras este proyecto?

Yo, al final, he mostrado esta historia de amor que he visto en mi casa, que yo también he descubierto, que viéndolos flipo, que han estado 60 años juntos, y me hace pensar en cómo se pueden cuidar así.

En realidad, termino la película y tengo más dudas que aclaraciones. Me pregunto cómo quiero querer, cómo quiero que me quieran… Y no digo «solo se puede querer así», no, afortunadamente ahora no estamos obligadas a estar con alguien toda una vida.

Pero a mí me parece fascinante que mis abuelos han tenido una relación muy bonita desde el cariño y el respeto, y han sido compañeros; y no sé si ahora pueden llegar a existir estas historias, por como es el mundo y que todo pasa tan rápido. Me impresiona y sí que me pregunto si en la última etapa de mi vida querré que alguien me cuide así. Me pregunto: esto de amar, también es cuidarse ¿no? Tengo tantas dudas acerca del amor…

Facunda es un cortometraje maravilloso que surge a partir de Toda una vida. ¿Qué más queda fuera del montaje final?

Muchísimo. Me dan mucha pena, principalmente dos cosas: Podría hacer otra película, tan solo de la vida en los geriátricos; de ese ambiente, de cómo mis abuelos pudieron encontrar ahí, casi otra familia. Yo misma, cuando a mi abuela la ingresaron, tenía una imagen muy distinta de esos lugares. Lugares tristes, soporíferos, donde la gente va a morir.

Realmente, al menos en este caso, no son lugares así; son lugares que tienen luz y dónde nuestros mayores están acompañados. Yo he pasado ahí muy buenos ratos, he establecido amistad con muchas personas mayores a las que quiero y podría hacer una película solo sobre la vida ahí; pero lo tuve que descartar porque, ya era otra película.

También hay muchos planos, que nos dio pena descartar, de mis abuelos juntos, haciéndose muestras de cariño, etc. Flor Aliberti me decía: «da igual Marta. Pongas lo que pongas, lo que hace este señor es tan de verdad, que da igual. Vamos a poner el plano que vaya mejor por montaje». Hay planos muy tiernos que me ha dado pena no poner, pero esto pasa siempre, no se puede poner todo.

¿Y ahora qué? ¿Vas a seguir dirigiendo documental?

Estoy con una cosa nueva en la cabeza. Esa sí que será un híbrido entre ficción y realidad. Todavía está previo a desarrollo, tengo todo el estudio lleno de post-its, en pleno proceso de preescritura.

¿Qué te gusta destacar sobre la película que no suela preguntarte la gente?

Algo así destacable, que me gusta decir de la película, es la música. Esas versiones de boleros que para mí fue un sueño grabarlas porque la banda sonora la interpreta la banda de mi pueblo. Fue muy emocionante grabar cuarenta instrumentos y adaptar esos boleros clásicos de toda una vida, el Te quiero de Nino Bravo… Me emocioné durante la grabación y otra vez luego en el estudio.

Toda una vida - película
Fotograma del documental ‘Toda una vida’.

Toda una vida es una mirada cercana y personal al amor, a los cuidados que pueden más que la enfermedad y la muerte. Marta Romero nos obsequia en su debut en el largometraje con esta entrañable historia, que sienta las base de una prometedora carrera en la dirección de documental y que te recomendamos encarecidamente disfrutar en la gran pantalla. Consulta tu cine más cercano y no te pierdas este estreno limitado en salas distribuido por Filmin.

Entrevista realizada por Pablo Jimeno.