Magia a la luz de la luna

Mi padre adora a Woody Allen, lo cual me pone en el ineludible compromiso de tener que asistir religiosamente a cada uno de los estrenos del director, a poder ser en el primer fin de semana de proyección. Y si bien llevo muchos años contemplando casi el mismo argumento (con contadas y notables excepciones dada la prolífica carrera del autor), siempre es reconfortante volver a su cine. Así pues, en Magia a la luz de la luna, Allen nos deleita con sus habituales tics a través de una premisa de lo más alocada: en el año 1928 un escéptico mago profesional (Colin Firth) se propone desenmascarar a una supuesta médium (Emma Stone) que utiliza sus poderes para lucrarse a costa de una adinerada familia residente en la costa francesa.

Como no, el protagonista aglutina algunas de las excentricidades del propio autor en cuanto a su particular forma de afrontar la vida. Si bien la carga humorística se reduce considerablemente en este film, el apremiante sarcasmo de Stanley hará nuestras delicias si prestamos suficiente atención. Y es que uno de los puntos fuertes del amigo Woody siguen siendo sus diálogos densos, a pesar de la aparente sencillez o lentitud de la historia, que esta vez giran entorno a la continua diatriba entre racionalidad e irracionalidad. Para crearlos, se vale también de citas a los filósofos de la época, que algo tuvieron que decir al respecto de una cuestión que no se resuelve con numerosas lecturas. Éstas, sin embargo, ayudan a localizar la acción, de la misma manera que lo hacen la peculiar plasticidad de la fotografía (esta vez en tonos pasteles), el vestuario o el bello paisaje.

En cuanto al papel de musa del director, Emma Stone lo ejerce con matrícula de honor, transmitiendo esa dulzura y punto de locura que el guión anda buscando, mientras que su partenaire empalidece a su lado. A pesar de todo ello, Magia a la luz de la luna se reduce a una simple comedia romántica carente de garra de Blue Jasmine o de la originalidad de Midnight in Paris, previsible de cabo a rabo. Pasará al olvido en menos que canta un gallo, quedando solo para los más fieles adeptos del reputado cineasta o para aquellos que deseen disfrutar una agradable e intrascendente tarde lluviosa en la comodidad del hogar.

Valoración: **/

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena)**** (muy buena) / (media estrella)