La mala familia: “Todos los días muere alguien en las cárceles de España y nadie habla de ello”
Los directores Nacho A. Villar y Luis Rojo debutan con una película documental humanista y de denuncia del sistema judicial y penitenciario
El caso de La mala familia es particular. A los directores de este largometraje documental, Nacho A. Villar y Luis Rojo, los conocí en el 8º Ibizacinefest (Festival Internacional de Cine Independiente de Ibiza). Ellos clausuraban el certamen con su ópera prima, y recogían al mismo tiempo el Premio Especial al Mejor largometraje nacional, y un servidor formaba parte del Jurado de la Crítica de películas de ficción. Durante los días que coincidimos en Ibiza me estuvieron explicando el peculiar camino que les había llevado hasta La mala familia. Por ello, cuando llegó la obra a los cines, el pasado 5 de mayo, y empezaron la gira promocional por salas (la de festivales ya la terminaron y no fue poca cosa), contacté con ellos, en su fugaz visita a Barcelona, y pude realizar la siguiente entrevista.
En ella intervienen los directores, Nacho (N) y Luis (L), y el protagonista del documental, Andresito (A). Tasio, uno de los productores de la obra, también estuvo con nosotras pero no intervino en la conversación, en cambio, sí lo puedes ver en las fotos. Y por parte de este medio, se encarga de la redacción y edición Saül Ivars.
Hasta el momento habéis llevado la película a festivales y ha tenido buena acogida pero, ahora que ya está en cines, ¿cómo está siendo el estreno en salas? ¿Cómo lo estáis viviendo y si notáis muchas diferencias?
L. Estamos muy agradecidos a los festivales porque la acogida ha sido muy buena, también por parte de la prensa. La película esta hecha desde abajo y es importante apoyarla también en la fase de distribución.
N. Al ser una película pequeña el recorrido en salas es más limitado y, al final, lo importante es que vayas a verla al cine porque eso siempre te va a aporta un plus por varios motivos. El primero porque es un acto comunitario, estar al lado de muchas personas que reaccionan al mismo tiempo que tú a lo que están viendo, y luego, porque la experiencia de imagen y sonido en cines es mucho más poderosa de lo que vamos a conseguir en casa. Sobre todo sentirla, si la gente tiene opción sería maravilloso.
Vosotros vais a muchos pases y luego habláis con el público. ¿Cuál es su reacción? ¿Cómo reciben esta historia?
L. Es una película que golpea duro, en la boca del estómago, y la gente sale movida o afectada. En los coloquios notamos mucho interés por la parte humana. Notas que quieres saber más y entender mejor. Te hace preguntarte muchas cosas, como ¿qué papel ocupas tú respecto a la historia que acabas de ver? Y ahí, las respuestas son muchas y no se resuelven inmediatamente. Es una película que masticas durante varios días.
N. Para mí, lo más importante es la reacción ante Andrés y los chavales y, sobre todo, las muestras de apoyo y de cariño al descubrir que se expresan muy bien. Saben decir lo que les pasa con sus palabras y de una manera muy estructurada desde las tripas. Me mola cuando la gente le reconoce a Andrés temas como los de la carta. Por ejemplo, el otro día una señora se levantó y le dijo «escribes muy bien, sigue haciéndolo». Me parece muy importante que se reconozcan, de alguna manera, los méritos y la valentía que tienen los chavales. Es inspirador también para que más chavales de barrio de clase trabajadora pierdan el miedo a expresarse y a decir lo que piensan con sus palabras. Al final el mensaje llega y llega claro.
Después de cines ¿cuál será el recorrido de la película?
L. En el segundo semestre del año estará disponible online en una plataforma pero todavía no sabemos cuándo.
¿Cómo surgió la idea de La mala familia? ¿Ya teníais idea de realizar un largometraje o fue por el hecho de la sentencia judicial?
N. Sí, siempre hemos querido hacer películas pero no veíamos la posibilidad. En este caso surge de lo cotidiano. Andrés llegó un día y nos cuenta que tiene una notificación del juzgado y empezamos a apoyarle como colega. En un momento dado nos dimos cuenta que teníamos que registrar lo que estábamos viviendo por el miedo a que les fuesen a meter presos.
Entonces nos empezamos a dar cuenta que, lo que estaba pasando con los chavales, es una situación que se da en muchos barrios de España. Es algo normal si has crecido en un barrio de clase trabajadora y esta historia te suena de algún familiar, amigo o conocido. En este sentido, la película trabaja en dos direcciones: una hacia la gente que no vive esa realidad y otra a la peña que sí que pertenece a esos barrios. Al final, la película nace de darnos cuenta de que lo que les estaba pasando puede de alguna manera abrir mente y crear debate de forma transversal.
Y también el que sea cinéfilo tiene cine… Quiero decir, es una película a la que se puede entrar desde muchos lugares pero todo acaba en lo mismo: en un sentimiento y en una sensación de incertidumbre, injusticia y reflexión.
Entonces, hacéis la película para ayudar a los amigos ¿no?
N. Sí, para ayudar a los amigos, a nosotros y a cualquier persona que esté de ese lado o del otro lado, en todo esto, y para reflejar algo de lo que no se habla. Si no fuese porque nosotros hacemos cine, Andrés se hubiese resignado y hubiese cumplido condena. Nos damos cuenta que los juicios que se dan en televisión o Hollywood nada tienen que ver con los que se hacen a alguien de clase trabajadora. Por delitos comunes y más simples, porque el delito por el que ellos entran en prisión es una mierda que ocurre todos los días.
La educación nos lleva a comportamientos violentos, ya sea a nivel físico o a otros niveles. Y la manera de solucionarlo no es la cárcel. Y sobre todo cuando hablamos de una cárcel a la que solamente entran las personas que no pueden pagar ese dinero para no entrar a la cárcel. Cosa que se ve en la película perfectamente. Hay un montón de chavales de otros barrios más pudientes que tienen la facilidad de poner los 10.000€ que les pedían y decir, vale, ya no tengo un problema. Y eso es terrible. Es inquietante y debería ser inquietante pertenezcas a la clase social que pertenezcas. Como socialdemocracia, como país y como todo.
A. Por una parte, nos ayudamos entre nosotros pero luego nos dimos cuenta que era una manera de ayudar también a otras personas o de abrir una ventana a otras personas que se sienten atrapadas en estos casos.
Digamos que el conflicto fue una pelea entre dos grupos: uno de clase obrera y otro de gente con dinero.
N. Sí, en esta situación es así. Pero sobre todo hablamos de chavales de 18 años, en el centro de Madrid, en la discoteca más conocida y en una zona donde todas las noches hay cuatro peleas como ésta. A lo que voy es, si cometes un error, porque aquí nadie está blanqueando nada y la película abre con la confesión de Andresito declarándose culpable y asumiendo todo lo que le venga, ¿hasta cuándo dura el castigo? Y no solo me refiero a la prisión, sino a la sensación de poder entrar en la cárcel en cualquier momento, a la de ser un delincuente o una persona violenta. El sistema está pensado para no darte tregua si no tienes una clase social acomodada.
Si metes la pata una vez, te va a llamar delincuente. Y desde que eres menor te lo crees. Es decir, si la policía te trata como un delincuente, en el tute te tratan como un delincuente, la jueza o el fiscal te tratan con la violencia que se ve en la película… al final acabo siendo un delincuente.
Y es una cosa que viene, por supuesto, desde abajo y desde la educación más primaria, hasta la justicia y cualquier organismo que tenga poder sobre un ciudadano normal y corriente porqué sí. Sino la gente se arregla de otras maneras.
De hecho, la película retrata el funcionamiento sistemático del sistema judicial de machacar al que no tiene.
N. Una jueza, a la que confiamos con nuestros impuestos y nuestra existencia, que es la persona a la que hemos dado el poder de meternos en la cárcel o de darnos libertad. Esa jueza, en un momento dado, le dice a Andresito que ya se puede poner a picar piedra. ¡Vamos a ver! Picar piedra ¿dónde? ¿en el Valle de los caídos? Es que no le corresponde opinar y está opinando. Y a nadie le interesa su opinión personal. Si ves a un juez o un fiscal, que son las personas que deberíamos respetar porque se supone que marcan justicia y hace que convivamos bien y no nos matemos, que antes de declarar y escucharte te está tratando de esa manera… ¿Quién va a confiar en la justicia?
Hasta que punto lo tienen interiorizado que les da igual el ejercer este juicio de valor ante una persona.
A. Ahora que estoy trabajando en paquetería, eso es como cuanto tú vas y pones el sello en el recibo. Y venga, al siguiente sello. O sea, es que ni lo leen. Es algo mecánico para ellos.
N. Una persona que tiene medios para defenderse contrata a un abogado que va a defenderte de verdad. Es decir, no va a cumplir la ley. Un abogado privado, mucho antes de entrar a juicio, ya está hablando con Fiscalía, buscando las cosas a las que agarrarse, fuera de si tiene razón o no su defendido. En cambio, un abogado de oficio va a llegar y va a resolver más o menos porque tiene más defendidos ese día.
Andresito tiene una reflexión que no sale en la película, pero sí en el teaser primero que sacamos que que es muy interesante y que decía «tronco, yo no he visto nunca una jueza negra o indígena como yo. Entonces, no me siento seguro». Y es que es real, si estás racializado una sala de justicia no es un espacio seguro. Deberíamos ser iguales, pero no, porque hay un prejuicio. Incluso en la manera de vestir hay prejuicio. Un chaval que llega a un juicio vestidito con su jersey, con su abogado privado, con el pelito largo, peinadito y tal. Y no pasa nada. En cambio, uno de los chavales de La mala familia venía directo de la obra, con el mono de trabajo, o igual no tienes ropa formal en casa. Esto no debería ser un motivo por el que cambien las cosas, pero lo es.
Cambiando de tema, ¿cómo fue trabajar o dirigir a actores no naturales y que además son conocidos y amigos?
L. Aquí la cuestión es que no hay actuación. Todo lo que sucede en la película es real. Entonces, no hay como una dirección de actores al uso. Es más una puesta en escena. Un guion que va describiendo por qué situaciones va a ir pasando la película para crear, al final, un objeto de consumo en el que el espectador pueda formar parte del grupo y seguir la historia. En este sentido, todo era abordado desde la naturalidad.
Hay que entender que llevábamos trabajando con los chavales desde que empezamos, delante y detrás de la cámara. La cercanía a cómo trabajamos fue la clave para crear las condiciones necesarias y poder estar todos cómodos, entender muy bien qué se buscaba en cada momento de la película y lo que se buscaba con el proyecto a nivel global. Hay una violencia y un racismo estructural, una cosa sistémica que también tratábamos de entender y de poder explicar en primera persona.
N. Y además, si lo que estás usando es la reinserción y la convivencia, no le va a venir bien a una persona que, por una pelea que tuvo una noche, esté seis años o siete reviviéndola y reviviéndola. Y de hecho, la película, en ese sentido, es una especie de brujería para que acabe ya.
A. La peli ha sido un apoyo y una la ventana para poder defenderme. Además, la manera desde la que lo hicimos nosotros fue la unión, desde esa familia. Y me da pena hasta el punto que pueden llegar a machacar a alguien por una tontería.
Es una pesadilla constante en la que en cualquier momento, el monstruo viene y te lleva.
N. Luego, la peña pensará que las cárceles son como el cine morboso y fácil, y no. Las cárceles no son Celda 211. Sí, habrá conflictos y peleas, pero pocas, porque la cárcel está supervigilada y no pasan la mitad de cosas que salen en las series y películas. La mayoría de muertes en la cárcel no son por una puñalada, son por suicidios. Es una epidemia en la que tienen a la gente medicada. Además, una persona encerrada no tiene las condiciones óptimas para curar su salud mental. O sea, si de verdad lo que se quisiese es que las personas convivan y estén, como dicen ellos, reinsertadas, el paso no es tratarlos como un animal o como un niño pequeño. Lo que necesitan es terapia. Al final, suicidios, pastillas… es una puta epidemia en la cárcel.
A. Aquí es más fino y para mí es más… cochino el poder llegar a una persona manipulada mentalmente y que muera de esa manera. Simplemente porque alguien diga tengo ansiedad, va al médico y, venga, pastillas. Y luego te matan con pastillas. En España pasa muchísimo. Yo lo he vivido, he estado más de un mes encerrado en un sitio y se han muerto tres o cuatro personas, de módulos diferentes, por intoxicación.
¿Y por qué? Porque se han tomado un montón de pastillas o de «chuches», como las llaman allí. Te pasan 40 pastillas y te puedes morir. Es más, si tú eres un profesional, que te dedicas a esto, sabes que vas a matar a una persona si le proporcionas todo eso porque está viviendo una crisis, ansiedad, depresión, etc. ¡Administrárselo, tío! Ni un puto minuto te cuesta cada día pasarte por un módulo y darle la dosis.
Eso con la metadona no pasa porque te mata al momento y sería cada día una caída continua. Y con las pastillas es más sutil y es lo que más rabia me da. Prefiero mil veces esa violencia que se ve, tipo una puñalada, perdón porque eso tampoco mola, pero esa sutileza de matar a la gente, es muy feo. Y todo para que seas más dócil ante las normas, los funcionarios, el grupo técnico dentro de la cárcel… Para mí eso es violencia pura y dura y muy hijos de puta, y lo siento por la palabra. Pero todos los días muere alguien en las cárceles de España y nadie habla de ello, ni te das cuenta.
Ya que estamos contigo, Andrés, ¿qué ha supuesto la película para ti?
A. Ha sido el psicólogo que me ha faltado porque el Estado no te lo proporciona y también porque me he visto reflejado. Si yo no veo ese material, que tienen ellos, no tendría pena de mí y seguiría creyéndome lo que me han hecho creer que es lo correcto, desde la parte oprimida. O sea, ha sido un psicólogo, un apoyo, una red y enseñar a otras personas que puedan hablar de sus problemas y confiar en otras personas, que eso también te lo quita la sociedad.
Del resto del grupo ¿que ha sido después del documental?
N. Lo mismo que decía Andrés, la peña está muy emocionada y es muy emocionante ver el feedback de la gente. Yo creo que cada uno, individualmente, se ha sentido representado y ha sentido que tenía su lugar dentro de esto. Y la situación de ellos es la que era antes de la película. El film no nos ha cambiado a nivel social de ninguna manera y seguimos siendo las mismas personas y trabajando igual. Pero bueno, Jamel, el miedo que manifiesta en la película, como se podrá ver, está fundado porque ahora mismo está cumpliendo condena. Y es una lástima que no pueda, de momento, sentir lo mismo que Andresito y el resto de chavales al compartir la película.
Ya voy terminando. ¿Tenéis pensado realizar algún otro largometraje o de momento estáis centrados en la publicidad?
N. No, para nada, la publicidad ni mencionarla. Es un medio de vida como otro cualquiera. Tenemos muchas cosas en la cabeza. Nuestra intención es pasar de colectivo a productora y empezar a poder defendernos desde ahí también. Echar un cable a directores y directoras que se encuentren en procesos similares a los nuestros: hacer tu primera película, querer hablar de cosas que realmente pensemos que son necesarias, etc. Ahora tenemos un par de proyectos.
Uno con David Rancel en Tenerife. Él es miembro del colectivo y se trata de la historia de un migrado canario que se viene a la península a buscar lo que te venden en las Islas, que el éxito va a estar en Madrid o Barcelona. Y 15 años después, de haber vivido en Madrid, regresa a su isla con una mano adelante y otra detrás y se reencuentra con muchos detalles de los que no se daba cuenta cuando los vivía en primera persona.
La otra película se llama M, dirigida por Iván Blanco, y transcurre en Madrid entre los tres anillos que circunvalan la ciudad: la M30, M40 y M50. Son anillos que, igual que comunican barrios, también los dividen. La idea de Iván es hacer la metáfora de que cada carretera representa un personaje. Y aparte él es tiktoker y tiene una movida con el baile que es importantísima en la película.
Igualmente seguimos queriendo hacer películas con los chavales y, seguramente, dentro de poco volvamos con alguna cosa no tan traumática. Queremos que sigan inspirando y conectando con más peña y pudiendo hablar de problemáticas comunes que pensamos que no están representadas en el cine.
¿Qué es lo que más os ha costado del film?
L. Lo más difícil ha sido hacer la propia película, levantarla siempre es difícil y siendo la primera, más. Y en este caso como que todo venía en contra. Había muchísima urgencia, una película hecha de piel y tenía que salir, sea como fuere. Esto es bueno porque ayuda a ir hacia adelante pero también te puede venir en contra.
N. Lo peor de todo era que estábamos hablando de un colega preso. Y eso para mí, sin duda alguna, es lo más duro. Hablábamos de gente que queremos y que estaba sufriendo. El sufrimiento era real y no es calculable. Y porque hablamos de personas y de seres humanos, y nosotros, ante todo, hemos hecho una película humanista.
Y nada, ¿que le dirías a alguien de la calle, que no tiene ni idea, tienes que ir a ver esto?
N. Sobre todo que la película en sí es una invitación a conectar con las personas que aparecen en ella. Creo que la persona que entre a ver la película va a salir cambiada de la sala y conectando con cosas que el cine muy pocas veces te da la oportunidad de acceder.
Agradeceros por este tiempo y por el trabajo que habéis hecho en la película que, personalmente, me he encantado.
Todos. Muchas gracias.
Un caso de éxito
Villar y Rojo, miembros del colectivo audiovisual BRBR, dedicado principalmente a la realización de videoclips y anuncios publicitarios, como amigos de Andresito decidieron colaborar con su causa realizando este emotivo documental. Ademas, La mala familia ha viajado por muchos festivales (Rotterdam, Bafici, Sevilla, IBAFF, Ibizacinefest, Márgenes…) recogiendo buenas críticas y premios (Mejor Proyecto Documental del MiradasDoc, Open ECAM Award en el 59 Festival de Gijón, Best Project en Lychee International Film Festival, Filmin Award en el Atlàtinda Film Fest, etc.).
En definitiva, una película humanista y de denuncia del sistema judicial y penitenciario en España que no te puedes perder. Cine sincero y desde las entrañas del barrio para remover conciencias y destrozar estereotipos. La mala familia, como película independiente y con un claro mensaje político y social, por desgracia no llega a todas las salas del Estado. Así que, mira bien la cartelera o síguelos en Instagram para enterarte dónde y cuándo serán las próximas proyecciones de esta joya de este estreno limitado.
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