Juego de tronos (T3)

A estas alturas de la partida, cuando ya no nos quedan uñas en las manos, podemos afirmar que Juego de tronos se nos ha ganado definitivamente. Tras la escandalosa derrota en la Bahía de Aguasnegras, las tropas de Stannis se repliegan y vuelven a casa con el rabo entre las piernas, lo cual ofrece un respiro a los vencedores de la contienda y señores de los Siete Reinos, los Lannister. Con el regreso de su patriarca, el reino se endereza en un plisplás y sus miembros se ponen firmes ante su presencia. Tywin mueve los hilos y es el auténtico poder en la sombra (y no tan en la sombra para cualquiera que tenga ojos en la cara). Cuanto más le conocemos, más comprendemos el temor que infunde con una sola de sus miradas. Los Tyrrell, invitados de honor en Desembarco del Rey, ponen en jaque a sus anfitriones concertando matrimonios a troche y moche. Aunque saben bien cómo jugar sus cartas en campo contrario, los casamientos acaban resultando en la más extraña coyuntura que hubiéramos podido imaginar.

En primera instancia ésta podría parecer una etapa de transición. Varios personajes se dedican a vagar sin rumbo, como Jamie Lannister, que lleva tres temporadas muerto de asco (y déjenme añadir, desaprovechado), preso por unos o por otros. Pero todo queda enmendado en los dos últimos capítulos, en los que la serie al fin proporciona una explicación a las incógnitas que nos han atormentado durante ocho episodios (léase, quién ha capturado a Theon y por qué). Y luego está ESO (saben a qué me refiero), un golpe bajo al espectador y una puñalada trapera a los Stark que ha dolido en lo más hondo. Aunque me había enamorado fervientemente del Joven Lobo (el papel de Prince Charming en Cenicienta le va al actor que ni pintado), eliminar a su estirpe como posibles candidatos al Trono de Hierro es de una valentía encomiable. El defecto de esta familia siempre fue el mismo: les pasa factura el actuar con bravura, honor y justicia incluso cuando la situación requiere lo contrario. Se nos rompe el corazón al ver cómo, después de años de separación, están tan cerca y a la vez tan lejos unos de otros.

Quizá nadie había dado vela en este entierro a los dueños del Norte (con la excepción del joven Bran, que tiene visiones), pues la verdadera batalla se libra en el terreno de lo sobrenatural. El Dios de Luz suma adeptos entre la Hermandad sin Estandartes, y viendo sus milagros resulta difícil no creer en su existencia aunque su poder proceda de una magia muy oscura. Además, en Poniente tampoco dan crédito a las habladurías respecto a los Caminantes Blancos y a la Madre de Dragones. Mientras, al otro lado del mar Angosto, Daenerys se arma hasta los dientes, arrasando como una tormenta y liberando esclavos a su paso. No hay ciudad, señor o muralla que se le resista, y todos caen rendidos a sus encantos o a sus improperios (según sea el caso). Ahora es una auténtica khaleesi, amada, respetada y temida por igual. Respecto a las amenazas más allá del Muro, les hemos echado una buena ojeada esta temporada acompañando a Jon Nieve en su periplo. Con la guerra por el trono en punto muerto, la serie da un bandazo y cuela un nuevo enfrentamiento en la hoja de ruta. Con el Norte asolado, todos ellos han cavado su propia tumba y allanado el camino a una posible invasión. ¿Unirán fuerzas los gobernantes de Poniente contra los Caminantes Blancos? ¿Lucharán junto a ellos los salvajes con los que hemos convivido esta estación? Sólo George R. R. Martin lo dirá.

Valoración: ***/

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena) **** (muy buena) / (media estrella)