El hombre de las mil caras

Un estafador como la copa de un pino

Aunque la última película de Alberto Rodríguez se llame El hombre de las mil caras, todos le recordaremos con el rostro de Eduard Fernández. Como comentó el artista catalán en su discurso al recibir la Concha de Plata a mejor actor en el recién Festival de San Sebastián: “me he inventado” el personaje de Francisco Paesa a través de “un guión repleto de verdades y mentiras, porque esta película cuenta muchas mentiras pero tal vez también alguna verdad”. Parte fundamental del éxito del largometraje es precisamente el juego entre certezas y falacias. Aunque poco a poco se va desgranando la gran estratagema de Paco para mantener escondido a Luís Roldán, exdirector de la Guardia Civil, y hacer desaparecer el rastro del dinero que éste había sustraído ilegalmente de las arcas del Estado español, la incertidumbre nunca se desvanece del todo. Con la ayuda de sus colaboradores o de la diosa Fortuna, el prestidigitador Paesa logra efectuar su número aunque casi siempre maniobrando al límite y con una tensión latente.

Fernández retrata al que fuera espía multiusos del Gobierno como una persona de pocas palabras, inteligente, cínico, embaucador y galán, pero sobre todo impasible. Según el filme, basado en el libro Paesa: El espía de las mil caras de Manuel Cerdán, Paesa fue engañado por las autoridades españolas y tuvo que apañárselas para no pasar por los juzgados. Cuando se le presentó la ocasión de ayudar a Roldán, aprovechó para urdir su venganza. Otro papel nada fácil y que cumple con creces, es el de Carlos Santos interpretando al exfuncionario fugado. El tercero en discordia en la trama principal es Jesús Camoes (José Coronado), amigo y mano derecha de Paesa. Lo singular de este personaje es que, a pesar de no tener ninguna necesidad de colaborar con Paco y meterse en tremendos embolados, lo hace, ya sea por gusto, amistad, diversión o por el riesgo que conlleva todo en sí.

El relato al completo viene impregnado de una capa de ironía y cutrez “made in Spain”: desde los métodos utilizados para estafar a la policía española hasta los testaferros que utiliza Paesa en sus negocios en paraísos fiscales. En este sentido, la historia es rocambolesca al estilo de las viñetas de Mortadelo y Filemón aunque esté basada en hechos reales. Así pues, todas las partes participantes quedan “retratadas” (como diría Josep Pedrerol) a excepción de Paesa, que queda como un genio. Pero sin duda alguna la que sale más malparada es la Administración española. A pesar de que en la trama todo liga, las dos horas de film pesan sobre el espectador, que debe mantener la atención en casi todo momento si no quiere perder el hilo. También influye el gusto personal por el tono sutil y socarrón del protagonista y la empatía del público con él.

En definitiva, el personaje no tiene desperdicio, engañó a todo el mundo de una manera bochornosa. Su última fechoría: una portada reciente en Vanity Fair y entrevista en la que afirma que “no he cobrado ni un céntimo de Roldán. Es más, me ha costado dinero. Bastante. No lo he calculado. Pero probablemente tres o cuatro millones de dólares fácilmente”.

Valoración: ***

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena)**** (muy buena) / (media estrella)