Outlander (T2)

Si tuvieses la certeza de que una cruenta guerra masacrará el clan de tu amado, ¿no intentarías evitarlo a toda costa? Aunque éste sea el argumento de la segunda temporada de Outlander, me voy a ahorrar el debate sobre si es posible (o deseable) alterar el curso de la historia. Pese a haber sido emitida en esta ocasión sin interrupciones, la estación presenta dos partes muy diferenciadas. La primera transcurre en Francia y describe una trama política desde la pomposidad de las altas esferas, mientras que en la segunda Jamie y Claire vuelven a bajar al barro de la guerra y la rudeza escocesa. Y mientras tanto, continúas traspuesta hasta el suspiro final porque no hallas conexión alguna entre el primer episodio y el resto.

Si bien es cierto que la estancia de los protagonistas en París es diferente a lo que habíamos visto hasta el momento en Outlander, no por ello deja de tener su gracia e intríngulis. Desde tierras galas conocemos mejor al príncipe Carlos Estuardo, que encabezará la fracasada rebelión contra el Imperio británico y al que Jamie intentará convencer sin éxito de que desista. El personaje que interpreta Andrew Gower es más cómico que dramático porque su convicción de que Dios lo ha elegido para conquistar la gloria lo vuelve mentecato. Además, el hecho de que las reuniones con el monarca se celebren en un burdel son propias de un vodevil. Por otro lado, la situación es perfecta para endosarse y ostentar aparatosos vestidos y lujosas joyas. Y no es por nada, pero Caitriona Balfe (modelo también de profesión) los luce como pocas. No obstante, se muestra a los franceses de la época desde el cliché: exagerados, hipócritas y liberales sexualmente. Se repite la acusación de bruja a Claire pero se resuelve ahora de distinta manera, identificándola con las dame blanche (figura mitológica celta, presente también en la tradición francesa, que infunde temor).

Como comentaba en el primer párrafo, la vuelta a Escocia supone un cambio drástico respecto al modo de vida francés. La historia sigue su curso y la guerra es inminente. Jamie se ve forzado a usar una táctica más agresiva para evitar la catástrofe con la dificultad de que es nombrado consejero real y militar. La moraleja de lo ocurrido viene a decir que, aunque no se pueda cambiar el destino, siempre queda un resquicio de esperanza para modificar algún detalle. Por otro lado, Ronald D. Moore y Diana Gabaldon nos vuelven a sorprender dotando de interés al drama romántico entre el bullicio político-militar. Al igual que consiguen colar a Jack Randall en alguna subtrama para que su alter ego del futuro no desaparezca. Así que, aunque tengamos la impresión de que estamos viendo una telenovela de inmensa factura, tenemos la confianza suficiente en sus creadores para que nos vuelvan a emocionar/enamorar al son de las gaitas.

Valoración: ***

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena) **** (muy buena) / (media estrella)