Juego de tronos (T6)

Winter is here

La que para muchos ha sido la mejor temporada de Juego de Tronos ha demostrado, en mi humilde opinión, la enorme aptitud para la síntesis y la escasa capacidad de inventiva de sus showrunners, D. Benioff y D. B. Weiss. Mientras la serie sigue cosechando récords de audiencia, ellos se niegan a verla desfallecer consumida por su propio éxito. Así pues, han reducido un universo expandido a lo largo de cinco estaciones a cuatro tramas y ubicaciones: Desembarco del Rey, Invernalia, Essos y más allá del Muro. Incluso los marginados como los Hijos del Hierro se alinean ya con quien debe reportarles mayor beneficio. Encaje de bolillos que permite vislumbrar la luz al final del túnel, pero a costa del sadismo, el sexo, las conversaciones estériles y, en menor medida, el intríngulis político. Llámenme simplona (debo ser como esos bárbaros dothrakis, liberados de su propio salvajismo por una extranjera caucásica), pero la esencia de Juego de Tronos era la falta aparente de sentido narrativo de algunas de sus escenas. Benioff y Weiss han claudicado ante las críticas que los acusaban de alentar la violencia más disparatada. Y ante el tiempo, que apremia como el que más.

Mi teoría es que el público ha encontrado, al fin, algo reconocible a lo que aferrarse, frente al desconcierto y la polémica que solían ocasionar entregas anteriores. La persecución de los Caminantes Blancos a los indefensos Brandon, Meera y Hodor es espectacular, pero respeta a rajatabla las convenciones del género zombi. La estrategia de Bolton en la Batalla de los Bastardos, a su vez, responde a una táctica romana que rememora los mejores años del péplum. Nada que ver con el fuego valirio haciendo arder la capital o con los salvajes trepando el Muro. Quizás ya estemos curados de espanto o, a lo mejor, Juego de Tronos ha sucumbido a la vía fácil y previsible. También la gran revelación sobre el verdadero origen de Jon llevaba años en circulación como elucubración de aquellos fans más implicados. Aunque no fuera así, el título de la colección, Canción de Hielo y Fuego, es bastante elocuente sobre la coalición que gobernará los Siete Reinos. Por último, ¿era necesaria la muerte de Jon solamente para justificar la adhesión de Melissandre y sir Davos a sus filas? Su defunción es un paréntesis que no repercute más que en una momentánea usurpación del poder.

Sólo Cersei aún es capaz de dejarme boquiabierta. Los Lannister y los Tyrrel están acorralados en su propio hogar por los fanáticos religiosos, aliados naturales de cualquier corona que se precie. Deseamos ver a la Reina Madre cobrarse su venganza. Y vaya si lo hace, rodeada de una banda sonora solemne y sepulcral. En esos breves instantes es cuando Juego de Tronos recupera su barroquismo. También mi adorable Sansa espabila de una vez por todas, lástima que lo haga a golpe de pito bajo el imperativo del fan más intransigente. Que conste en acta, nosotros la amábamos primero. En cambio, sus hermanos menores no corren la misma suerte y siguen dando tumbos. Benioff y Weiss han cometido un pequeño error de cálculo, que solo se ha desvelado cuando hemos salido de cuentas. No me malinterpreten: saben hacer televisión de calidad, pero recuerden el lema que debería guiarles: “It’s not TV, it’s HBO”.

Valoración: ***

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena) **** (muy buena) / (media estrella)