Borgen (T3)

Dicen que una retirada a tiempo es una victoria pero, a la luz de los resultados de la tercera y última temporada de Borgen, cabe preguntarse si ésta no ha sido prematura. Esta vez, se nos presenta un panorama un tanto trastocado, pues nada es tal como lo dejamos. Y es que han pasado dos años y medios desde que se convocaran esas elecciones anticipadas que cerraban todo un ciclo. Birgitte trabaja ahora en el sector privado, mientras observa impotente como su país se pierde a manos de unos Moderados demasiado cobardes para hacer valer sus posturas y completamente vendidos al gobierno conservador de Lars Hesselboe. Como es de esperar, esta mujer de elevados valores morales no tolerará que tal situación se prolongue, optando por una vuelta a la política de la manera más mediática posible, al mando de un nuevo partido.

Nuevo comienzo

Pero nadie dijo que empezar de cero fuera un camino de rosas y, curiosamente, vemos a Birgitte más ida y atenazada que nunca, aquejada de varias dolencias tanto físicas como psicológicas. También Katrine, más acostumbrada a poner el dedo en la llaga que a hacer la vista gorda, se encuentra como pez fuera del agua en su nuevo rol como jefa de prensa de los Nuevos Demócratas. Por otro lado, la serie introduce un rico elenco de secundarios: la cúpula del partido, Soren Ravn (encargado del programa económico de la formación), Benedikte Nedergaard (savia nueva en la derecha más rancia de Svend Age), etc.

Sin embargo, su principal logro es desvelar las potencialidades de personajes ya conocidos otorgándoles la oportunidad de ejercer como protagonistas. Me refiero, por supuesto, a un descompuesto Torben Friis entre la espada y la pared, sometido a un acoso y derribo incesante por parte del cínico y sensacionalista nuevo director de programación. Con Alex Hjort en escena, la figura de Laugesen pierde todo su sentido, pues nada es más peligroso que un lobo con piel de cordero.

Idealismo y poder

Se le agradece a Borgen el esfuerzo de plantear una tesitura en la que todos nuestros presupuestos se ven patas arriba. Por ejemplo, el ambiente familiar en la humilde sede de los Nuevos Demócratas contrasta con la frialdad en los pasillos de Christianborg y muestra la cara más humana de la política. Mientras no entren en el Parlamento, Birgitte y sus allegados se pueden permitir el lujo de ser fieles a sí mismos y de conservar intactos su ilusión y espíritu emprendedor. Siendo muy conscientes de que la niña de sus ojos nunca volverá a estar en lo más alto, los guionistas encuentran una forma muy digna de hacerla regresar a casa. ¡Larga vida a Birgitte Nyborg!

Valoración: ***/

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena) **** (muy buena) / (media estrella)