Que Dios nos perdone

He aquí dos agentes de la ley: Velarde (Antonio de la Torre) es física y socialmente torpe (tartaja en términos de su estimado compañero); Alfaro es una bestia parda al borde de la inhabilitación. La fuerza y la inteligencia, pero no tan diferentes en lo que se refiere al trato con esos seres a su enterita disposición, las mujeres de su entorno. Al igual que la Iglesia (presente a lo largo del film), el Cuerpo de Policía es una institución cuanto menos carca (sino corrupta), plagada de trabas burocráticas y donde lo más importante es salvar el propio culo.

En verano de 2011, momento en que transcurre la acción, la mitad del país se alzaba contra un sistema socio-político injusto y obsoleto, mientras la otra mitad aplaudía la visita del Papa de Roma. Las dos Españas en pie de guerra. Un clima de calurosa tensión ideal para emplazar una serie de asaltos a viejecitas en el centro de Madrid; caso al que, como no, son asignados Velarde y Alfaro. Como ya sucediera en La isla mínima, el ensañamiento del asesino con sus víctimas hace parecer a los detectives dos almas caritativas. La contradicción de un país y la hipocresía de aquellos que lo habitan.

Entorno a todo ello, se genera un ambiente sórdido (cuasi una fotografía del lumpen urbano) que no es compartido únicamente por aquellas películas pertenecientes a la reciente oleada del thriller español. Es una lástima que, tras la estupenda e intimista Stockholm, también Rodrigo Sorogoyen haya decidido sumarse a ese carro. Sin embargo, Que Dios nos perdone es suficientemente cautivadora, probablemente debido a las interpretaciones de Roberto Álamo y de un omnipresente (aunque algo reiterativo en sus papeles) Antonio de la Torre.

Valoración: ***

Puntuación: * (mala) ** (regular) *** (buena)**** (muy buena) / (media estrella)