Análisis cultural del IV Serielizados Fest
Han pasado unos días desde el cierre del Serielizados Fest y toca hacer balance. Personalmente, le debo al certamen el empujón que me faltaba para retomar la prototesis que tengo entre manos, aún a riesgo de que el entusiasmo se extinga rápidamente (la inestabilidad me pone). Y es que la programación de esta cuarta edición ha puesto gran énfasis en The Young Pope y Gomorra, dos series que dejan sin aliento dentro de un panorama algo empobrecido últimamente. Amamos Italia, no en vano quienes esto escriben se conocieron allí hace casi una década. Los directores del festival (Betu Martínez y Víctor Sala) se decantan por una línea (editorial, si queréis) en la que prevalece la calidad y el criterio por encima de intereses comerciales. De ahí que el Festival de Series de Movistar+, dedicado únicamente al autobombo corporativo, dejara de funcionar en Barcelona.
Por el contrario, la estrategia del Serielizados Fest viene potenciada ya desde el logo, inspirado en la caída al vacío de Don Draper. Mientras otros habrían optado por hacer una lectura superficial a cargo de actores reconocidos, ellos prefieren dar voz a los guionistas (y no solo a aquellos que se erigen como showrunners). Por supuesto que se trata de una imposibilidad presupuestaria, pero no hay mal que por bien no venga. Gracias a ello hemos disfrutado de las anécdotas de Tony Grisoni (mano derecha de Paolo Sorrentino y Terry Gilliam) y nos hemos adentrado en la mafia y la corrupción italianas de la mano de los guionistas de Gomorra y 1992. Todos ellos plenamente a disposición del público y muy accesibles (tanto que hemos estrechado la mano de Leonardo Fasoli, y no precisamente porque coincidiéramos en el lavabo). Atributos que se pueden aplicar también a Javier Olivares, el más que conocido creador de El Ministerio del Tiempo. La proximidad, incluso con sus directores, es marca de la casa.
Puede que las series estén de moda, pero no es fácil tomar determinadas decisiones que, como todas, implican renuncias. Como en cualquier sector, aquí también hay enemistades insalvables. Y aún así, se las apañan para diversificar, atraer a la industria, a los críticos y a los medios. Conseguir que dos grandes nombres como Mònica Terribas y Jordi Évole se implicaran de algún modo ha sido todo un logro. ¿Qué no tienen ni idea de series? Ni falta que les hace. Dos profesionales como la copa de un pino, capaces de improvisar y de conducir las entrevistas con mucha soltura. En el caso de la exdirectora de TV3 se trató de un programa de radio en directo, fruto del acuerdo con Televisió de Catalunya. En cambio, el director de Salvados moderó un debate al hilo de Muerte en León (sobre el caso Isabel Carrasco) y de las docuseries.
En su cuarta edición el Serielizados Fest salta al CCCB y, por el lado contrario, se moja a favor de la cultura más alternativa al contar con la Sala Hiroshima como sede de la preinauguración. Ellos obtienen el espacio, pero aquí quien se lleva el mayor beneficio es la sala de creación contemporánea, a la que acude un nuevo público potencial. Tampoco la fama les ha expulsado de la Blanquerna, facultad donde se formaron y a la que, de alguna manera, se deben. El riesgo del certamen se asume en una contraprogramación ejercida por ellos mismos que, al menos la jornada del sábado, surgió el efecto deseado. No solo nos mola correr de un lado para otro, sino que el solapamiento es propio de esos grandes festivales a los que emulan. De igual forma, la organización de las jornadas profesionales garantiza un posicionamiento relevante dentro del sector. En este caso, la Sesión PRO tuvo lugar el viernes por la mañana bajo el título “TV Series, a global challenge. A look into Coproduction and International Sales” y la apertura la protagonizaron un fabuloso elenco de mujeres (de mayor quiero ser Mari Koivuhovi). La jornada al completo fue dirigida por la consultora en márquetin, redes sociales, tecnología y nuevos modelos de distribución audiovisual, Elena Neira.
La cuestión de la representación conlleva una responsabilidad social y una determinada praxis en cuanto a las políticas culturales: llamadme friki si queréis, pero he contado la presencia femenina en el Serielizados Fest, y aunque la paridad todavía queda un poco lejos, existe una vocación de servicio público. Algo que debe exigirse cuando se obtienen subvenciones públicas para realizar actividades culturales y que, en muchos casos (este NO es uno de ellos), es ignorado por completo. Además, y ya concluyendo con mi análisis, el festival se sustenta mediante un sistema mixto: combinando actividades gratuitas con otras de pago; un modelo que asegura una financiación sostenible. Así pues, visto el sendero marcado hasta el momento por el Serielizados Fest, solo me queda esperar con ganas e ilusión la quinta y próxima edición.
